La herida del último soldado de Bachelet
En un gobierno sin coalición y con un ministro del Interior sin poder, Aleuy era, en la práctica, el encargado de la gobernabilidad interna.
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Renuncias, rechazos de renuncia, vacaciones legales más o menos, con la vocera y hasta la misma Presidenta en persona negando una crisis evidente. Pese al panorama confuso y a una especie de presión pública que involucra a las primeras autoridades del Ejecutivo, el socialista Mahmud Aleuy Peña y Lillo no tiene contemplado hoy regresar a La Moneda luego de sus vacaciones.
A menos de dos meses de la presidencial y a cinco del término del mandato, su decisión tiene un tono distinto a la reciente caída del equipo económico. Porque a diferencia de Rodrigo Valdés, Luis Felipe Céspedes y Alejandro Micco, Pancho Aleuy –como lo llama la mandataria en privado– pertenecía al estrecho círculo de confianza de Bachelet en el Palacio de gobierno y un dirigente que –aunque por razones personales debería haber dado un paso al costado– había concluido que su responsabilidad política era estar de lado de su compañera de partido.
Nunca han sido amigos. No se visitan en las casas. No van a sus respectivas fiestas de cumpleaños. En el periodo en que Bachelet estuvo en Nueva York en ONU Mujeres (septiembre de 2010 a marzo de 2013) no tenían un contacto privilegiado. Tampoco compartían totalmente el diagnóstico de lo que había ocurrido en Chile en esos años. Bachelet regresó al país con la idea de que una nueva administración tenía que hacerse cargo del malestar con una cierta mirada refundacional, mientras que Aleuy observaba cautelosamente al movimiento estudiantil y sus demandas. A diferencia de la Presidenta, él parecía tener una mirada menos crítica de la Concertación y su legado. No comulgaba con las retroexcavadoras, aunque es un hombre de fuertes convicciones de izquierda.
Antes de asumir como subsecretario del Interior en marzo de 2014, se podía anticipar que sería lo que finalmente fue: el desactivador de los conflictos durante esta administración. Pero ocurrieron episodios no presupuestados: explotó el caso Caval, cayeron ministros como Rodrigo Peñailillo, Alberto Arenas y Álvaro Elizalde, su aliado Camilo Escalona entró en desgracia y, en medio de las sucesivas tormentas, el único que permaneció parado fue este ex integrante de la Izquierda Cristiana que durante el régimen militar usaba la chapa de Pancho García.
Dicen que a mediados de 2015 –en aquellos meses negros en que el gobierno no gobernaba, paralizado–, Aleuy era de los pocos que mantenía la cabeza helada. Siempre mostró pragmatismo ante los conflictos. En quinto año de la carrera, cuando se dio cuenta de que estaba en peligro su seguridad, se retiró de la Universidad Chile. En democracia, como negociador electoral de los socialistas se le calificaba de implacable.
De origen libanés, Aleuy es un duro. Funciona con disciplina, discreción y lealtad. Su decisión de alejarse del gobierno –o la decisión de la Presidenta de dejarlo caer, como se quiera–, no es como las otras deserciones. Este no es un berrinche, un gustito, una señal a medias. Como los socialistas que pertenecen a la Nueva Izquierda –como la propia Bachelet–, tiene un modo racional de hacer política, que no lo hace enredarse en asuntos pequeños.
Aleuy debe haber considerado que lo sucedido a raíz del conflicto mapuche, en definitiva, fue de gravedad extrema. Una crisis que terminó, nada menos, con el responsable del orden y la seguridad del Ejecutivo desautorizado públicamente y sin respaldo político para seguir ejerciendo su cargo en los próximos meses.
No es que no haya estado a favor de buscar una salida ante la huelga de hambre de los cuatro comuneros mapuches acusados de incendiar una iglesia evangélica en julio de 2016. Comprendía perfectamente el costo de que un gobierno termine su gestión con un muerto en la espalda. Pero no estaba de acuerdo con recalificar la querella por Ley Antiterrorista, prefería buscar otras fórmulas. La Presidenta y su titular de Interior, sin embargo, en su ausencia tomaron una decisión contraria a lo convenido, cedieron a las peticiones de los huelguistas y sus familiares y, finalmente, dejaron a Aleuy en una situación imposible.
¿Cómo un funcionario de gobierno se para frente a las policías sin galones? Las declaraciones del ministro comunista Marcos Barraza, titular del Ministro de Desarrollo Social, habrían sido un pelo de la cola. El secretario de Estado señaló que en la Operación Huracán liderada por Aleuy, que terminó con ocho mapuches detenidos, “se abusó de efectismo comunicacional”.
El hecho de que nadie lo haya contradicho y que el propio Fernández haya señalado públicamente que Barraza no se había equivocado en abordar el asunto, no habría influido mayormente en la decisión de Aleuy.
Fue la manera de hacer las cosas, el modo, la falta de estrategia, el exceso de emocionalidad para tomar decisiones. En definitiva, la nula capacidad de hacer política con fineza. A un personaje que conoce y obedece casi a ciegas a la autoridad presidencial –como lo señaló públicamente en medio de la crisis con el equipo económico a fines de agosto–, este episodio resultó intolerable y, sobre todo, inhabilitante para continuar.
La decisión de echar a correr sus feriados legales habría sido la fórmula propuesta por el Ejecutivo que Aleuy aceptó. También se habría acordado que nadie hablaría del asunto, pero la propia Bachelet se refirió ayer al tema, desconcertando al círculo del aún subsecretario.
Esta nueva crisis devela varios asuntos. El inicial, como resulta evidente, la incapacidad de Bachelet para mantener a su lado a su círculo de hierro. A estas alturas, entre su primer y su segundo gobierno, son demasiados los caídos: Andrés Velasco, Juan Carvajal, María Angélica Álvarez y, entre varios otros, Peñailillo, Arenas y Elizalde.
En un segundo término, la fricción entre Aleuy y la jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte. Se suponía que era una dupla de hierro, pero mostró ser imperfecta. En este episodio, la abogado socialista mostró que su lealtad no estaba con su compañero de partido y de la Nueva Izquierda. La alianza entre ambos está, al menos, resentida.
Pero una tercera cuestión parece de mayor relevancia. Como sucedió con la caída del equipo económico, la decisión de Aleuy pone de manifiesto que existe un choque entre dos fuerzas al interior de este Ejecutivo que va de salida: la gobernabilidad –económica, de seguridad, etcétera– se enfrenta
ineludiblemente con las convicciones personales de Bachelet, ligadas a la defensa de su legado. La Presidenta parece caminar con la vista puesta en un horizonte lejano sin pensar que en el camino cotidiano corre el riesgo de dejar demasiados heridos.
En un gobierno sin coalición y con un ministro del Interior sin poder, Aleuy era -en la práctica- el encargado de la gobernabilidad interna. Era, sin duda, el último soldado.
Gobierno insiste en la no renuncia de Aleuy y presidenciables piden terminar con crisis por la Araucanía
La locuacidad mostrada ayer por el gobierno para aclarar que el subsecretario del Interior Mahmud Aleuy hizo uso de su feriado legal para descansar y por lo tanto no había presentado su renuncia al cargo -molesto por el giro de La Moneda en el manejo del conflicto mapuche- contrastó con el hermetismo mostrado la jornada previa, en que ninguno de los habitantes de Palacio se refirió al episodio protagonizado por quien se considera uno de los articuladores políticos de la actual administración.
De hecho, fue la misma presidenta Michelle Bachelet la que salió al paso de las especulaciones sobre la eventual salida de su subsecretario, descartando que haya presentado su renuncia y que su administración esté viviendo una nueva crisis.
"Él no me ha presentado ninguna renuncia. Pediría que no hagamos de una no situación una situación. Aquí no hay ninguna crisis en La Moneda", dijo la mandataria, precisando que "lo que él (Aleuy) me ha planteado es que efectivamente necesita descansar, porque en el verano por los incendios no pudo tomar vacaciones y, por lo tanto, requiere tomar vacaciones, cosa que hemos acordado", afirmó.
Y junto con resaltar la labor que cumple Aleuy subrayando que "ha hecho un gran trabajo como subsecretario del Interior y me alegra que hoy todo el mundo lo reconozca así", la mandataria desestimó una molestia por parte del subsecretario enfatizando que "él considera que la Presidenta tiene todas las atribuciones, tiene muy claro quién es el Presidente de la República y quién es el subsecretario o ministro, no está molesto por eso. Él necesitaba descansar", sentenció.
Horas más tarde, la vocera de gobierno, Paula Narváez, también se refirió al tema afirmando que Aleuy "regresará" a sus funciones luego de su período de vacaciones de 15 días, más otros días administrativos que tenía reservados.
En la ocasión la ministra eludió referirse a la molestia del subsecretario, subrayando que éste "está haciendo uso de su feriado legal. Nosotros no nos vamos a hacer cargo ni de trascendidos ni de especulaciones ni de distintas narrativas que se puedan tejer a partir de los hechos que no son la voz oficial del gobierno", sentenció.
Los candidatos
Los distintos aspirantes a La Moneda también abordaron el caso Aleuy, apuntando más bien a la crisis que afecta al gobierno. Mientras la carta de la DC, senadora Carolina Goic tildó la situación de "compleja" y expresó sus deseos para que se confirme una autoridad en la subsecretaría del Interior que "cuente con todo el respaldo para hacer su tarea", el candidato de Chile Vamos, Sebastián Piñera dijo comprender "la frustración" de Aleuy porque "las contradicciones dentro del gobierno se han transformado en crónicas y en la normalidad de cada día".
Por su parte el candidato independiente José Antonio Kast, responsabilizó al ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza, señalado que espera que Aleuy vuelva y el titular PC "renuncie". Y menos categórica la abanderada del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, evitó entrar en el debate de si Aleuy hizo lo correcto o se equivocó, como dijo Alejandro Guillier, y sostuvo que "parece que hubiera un fin anticipado de este gobierno".